Las mujeres totoperas del Istmo de Tehuantepec: guardianas del maíz, la cultura y la autonomía

En el corazón del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, las mujeres totoperas representan una de las expresiones más profundas de la autonomía económica de las mujeres indígenas. A través de la elaboración artesanal del totopo, no solo preservan una tradición ancestral, sino que también sostienen a sus familias, promueven la autosuficiencia alimentaria y fortalecen la resiliencia comunitaria en contextos adversos.

El zapalote chico: raíz de identidad y sustento

Todo inicia con el zapalote chico, conocido como xhuba huiini en lengua zapoteca. Este maíz criollo y endémico del Istmo no es solo un ingrediente: es símbolo de resistencia, historia viva y cuidado de la biodiversidad. Su sabor único da vida al totopo, una tortilla ancestral con características que la hacen especial: circular, dorada, crujiente, con pequeños orificios y cocida a más de 300°C en hornos de barro llamados comixcales.

El totopo es mucho más que un alimento. Es un producto biocultural, resultado del intercambio de saberes transmitidos de generación en generación por mujeres istmeñas, quienes han convertido esta práctica en un medio de autoempleo, supervivencia y empoderamiento.

El trabajo invisible de las mujeres totoperas

Las condiciones en las que las mujeres totoperas trabajan reflejan los desafíos estructurales que enfrentan muchas mujeres rurales en México. Jornadas extenuantes frente al calor extremo, exposición continua al humo de leña, falta de acceso a medidas de seguridad y salud, y entornos de trabajo que carecen de infraestructura adecuada, son parte de su día a día.

A esto se suman otras cargas: muchas son madres solteras o jefas de familia, quienes además deben bordar trajes regionales o realizar otras actividades para complementar sus ingresos. A pesar de su importante contribución a la economía familiar y local, su labor ha sido históricamente poco valorada y escasamente reconocida en políticas públicas.

Totopos que alimentan la dignidad y la esperanza

A raíz del terremoto de 2017, cuando muchas familias lo perdieron todo, el totopo se convirtió en un eje de reconstrucción social. Las mujeres, aun con hornos destruidos, continuaron la elaboración del totopo, que fue utilizado como objeto de trueque para conseguir alimentos. En un contexto de fractura económica, el totopo mantuvo a flote a comunidades enteras.

Este momento reveló algo profundo: el rol protagónico de las mujeres en la gobernanza local, a partir de la asociatividad y la fuerza colectiva. Sin embargo, los apoyos gubernamentales posteriores, aunque bien intencionados, no consideraron las realidades de estas mujeres: sus tiempos, su independencia, sus responsabilidades domésticas y los retos culturales. Como consecuencia, muchos de estos esfuerzos no fueron sostenibles.

La Economía Social y Solidaria como camino posible

Una mirada desde la Economía Social y Solidaria permite valorar el trabajo de las totoperas más allá del capital o la rentabilidad inmediata. Esta perspectiva reconoce dimensiones esenciales como el cuidado del medio ambiente, la salud de las mujeres, la preservación de los saberes ancestrales, y el fortalecimiento de redes locales.

Para lograr un desarrollo verdaderamente inclusivo, es indispensable construir desde lo local, poniendo al centro las voces, los tiempos y las prioridades de las mujeres. Solo así podremos avanzar hacia procesos que generen autonomía, autogestión y desarrollo de capacidades que perduren en el tiempo.

¿Qué sigue?

Desde The Hunger Project México, sabemos que fortalecer la autonomía económica de las mujeres no es solo una estrategia de justicia social, sino una vía concreta para transformar comunidades enteras. Apoyar a las mujeres totoperas del Istmo es apostar por una economía más humana, sostenible y con raíces profundas en la tierra y la cultura.

El totopo no solo alimenta cuerpos, también nutre identidades, sostiene historias y abre caminos hacia un futuro digno.