Imperativos para The Hunger Project. Seguridad alimentaria y nutrición.

Como parte del proceso de planeación global de The Hunger Project 2022-2027, hemos identificado 5 imperativos necesarios de considerar para lograr los objetivos de terminar con el hambre y la pobreza en el 2030.

Estos imperativos son:

  1. Seguridad alimentaria y nutrición.
  2. Género.
  3. Clima.
  4. Tecnología.
  5. Construcción de la paz.

Abordar la seguridad alimentaria y nutrición, desde la perspectiva de THP-México, y dadas las condiciones nacionales, consideramos que deberíamos más bien hablar de soberanía alimentaria y malnutrición.

Consideramos fundamental enfocarnos en reducir la malnutrición entre las personas -niñas, jóvenes y mujeres- en situación de extrema pobreza y comunidades rurales e indígenas altamente marginadas. Para ello, hacemos incidencia en el derecho a la alimentación mediante la aprobación de una ley general; asimismo, buscamos fortalecer los esquemas de soberanía alimentaria, que se enfocan en alcanzar sistemas alimentarios justos, accesibles, resilientes y sostenibles.

Derecho a la alimentación.

Nuestro marco de trabajo retoma el Derecho Humano a la Alimentación Adecuada. Este derecho está garantizado en diversos instrumentos internacionales, comenzando por el Art. 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En la Observación General 12 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, se define que “el derecho a la alimentación adecuada se ejerce cuando todo hombre, mujer o niño [o niña], ya sea solo o en común con otros, tiene acceso físico y económico, en todo momento, a una alimentación adecuada o a medios para obtenerla” (ECOSOC, 1999).

Bajo la experiencia y mirada de The Hunger Project, los alimentos no deben ser considerados como mercancías, porque cumplimentan un derecho humano fundamental. El acceso insuficiente a alimentos sanos y pertinentes culturalmente es una violación a los derechos de las personas y les impide alcanzar su desarrollo pleno.

De manera más específica, concebimos al hambre no solo como un tema de escasez de alimentos, sino como falta de democracia (Frances Moore Lappé, 2009); mientras que la pobreza hace referencia a la negación sistémica de la dignidad y derechos humanos. Llegar a estas conceptualizaciones está relacionado con estructuras de poder que perpetúan el que una persona o grupo de población padezcan hambre crónica y, por lo tanto, no estén en la posibilidad de tener una vida plena y sana.

Cuando hacemos referencia al hambre como falta de democracia, nos referimos a la existencia de mecanismos que prevengan la ocurrencia de situaciones que perpetúan el que las personas no accedan de forma constante a alimentos, ni tengan la oportunidad ni el derecho de producir sus propios alimentos.

Soberanía alimentaria y malnutrición.

¿Por qué ajustar este imperativo? La experiencia territorial nos permite tener una mirada concreta sobre qué viven las socias y socios comunitarios; y la evidencia en las estadísticas nacionales, también nos marcan un camino a seguir

Consideramos necesario enfocarnos en la soberanía alimentaria, pues es el DERECHO de los pueblos, de sus Países o Uniones de Estados a definir su política agraria y alimentaria, sin dumping frente a países terceros (Vía Campesina, 2003). Este concepto es más amplio que el de seguridad alimentaria, que marca que “a nivel individuo, hogar, nación y global, se consigue cuando las personas en todo momento tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana” (FAO, 1996: 1).

Garantizar la seguridad alimentaria de una persona o población, pasa por asegurar que se tiene la capacidad de producir alimentos, de hacerlo con base en modelos productivos específicos (como la agroecología u otras formas tradicionales). Y por asegurar no solo que se tenga acceso a una cantidad de calorías, sin que sean alimentos locales tradicionales culturalmente apropiados, que no tengan un efecto negativo en el clima, que sean saludables, mínimamente procesados, entre otros.

En cuanto a la malnutrición, buscamos visibilizar cómo el derecho a la alimentación de miles de personas (particularmente niñas y niños) se ve vulnerado por padecer desnutrición y obesidad. El hambre se mantiene y los datos de CONEVAL nos indican que el 22.5% de la población tienen carencias alimentarias; y esta carga se ve agravada con el aumento en la obesidad, que tiene un efecto en la calidad de vida de las personas y que pondrá (está poniendo) en jaque a los sistemas de salud. El COVID-19 es una muestra de ello.

Para enfrentar y terminar con la malnutrición en el mundo se requieren respuestas integrales que incorporen cuestionamientos al contexto desigual en el que vivimos. Para ello, nos basamos en los instrumentos de la agenda internacional que también reflejan cómo sigue siendo una tarea pendiente, pues las estrategias emprendidas hasta ahora no han garantizado el acceso sostenible a alimentos, y promueven más una intervención asistencial que una que vaya a la raíz del problema.

Por ello, este imperativo estará presente en nuestras acciones hacia el 2027 y el 2030, como hitos estratégicos para lograr un México rural e indígena libre de pobreza extrema, hambre y malnutrición, en el 2030.