La autonomía económica, en el contexto de la igualdad de género, es la capacidad de las mujeres de generar ingresos y recursos propios a partir del acceso al trabajo remunerado en igualdad de condiciones que los hombres. Esta es uno de los principales conceptos dentro de la economía feminista y se debe aspirar a lograr la autonomía para llegar a la igualdad y el cumplimiento de los derechos de las mujeres.
Para asegurar que se llegue a la autonomía se debe garantizar la libertad de las mujeres para participar de manera plena en el mercado de trabajo, establecer la corresponsabilidad en la carga de cuidados y obtener trabajos decentes y bien remunerados. Es aquí donde, si bien todas las mujeres se ven afectadas por barreras que impiden cumplir con estas condiciones, son las mujeres que pertenecen a comunidades indígenas y rurales las que enfrentan mayores retos, por ejemplo, a la hora de acceder al mercado laboral.
Quienes pertenecen a estas comunidades realizan sus actividades productivas enfrentando mayores desigualdades como lo son el trabajo informal, la sobrecarga de labores domésticas no remuneradas y la dificultad para acceder a recursos productivos como la tierra, el agua, insumos agrícolas, financiamiento, seguros y capacitación. De igual forma, es importante recalcar que la mayoría de estas mujeres tienen una mayor propensión que cualquier otro grupo a trabajar en la agricultura. Aproximadamente el 68 por ciento de las mujeres trabajadoras inmersas en condiciones de pobreza extrema ejercen su actividad en el sector agrícola. Sin embargo, suelen desempeñar más de una actividad económica de forma simultánea y llevan a cabo estos trabajos sin protección alguna y en la informalidad (Organización Internacional del Trabajo, 2019).
Las mujeres del ámbito rural dedican más tiempo que sus homólogas de zonas urbanas, y que los hombres, a labores de índole reproductiva y a trabajos del hogar, como la búsqueda de agua y combustible, la preparación de alimentos y el cuidado de niños y enfermos. Esto tiene una importante repercusión sobre sus posibilidades de obtener una remuneración económica mayor o un empleo formal debido a que enfrentan tener varias jornadas de trabajo en un mismo día. Es por ello que transformar la economía de cuidados y transferir responsabilidades se encuentra importantemente en los intereses de THP-México, siempre con la intención de brindar oportunidades a mujeres en el contexto de pobreza que de otra manera no tendrían. Eliminar la inequidad de género y empoderar a las mujeres a ser agentes de cambio requiere de estas transformaciones.
Otros de los retos a los que se enfrentan las mujeres que trabajan en la economía rural son la falta de información sobre los puestos de trabajo disponibles, así como sobre las oportunidades de formación y educación, el acceso limitado a los bienes inmuebles, la tierra y los servicios financieros, entre otros. Estos retos tienen una estrecha relación con la desigualdad y la discriminación por motivos de género o pertenencia a una comunidad indígena.
En comparación con hombres y mujeres de zonas urbanas, las trabajadoras del ámbito rural tienen menos probabilidades de encontrar empleo asalariado y de obtenerlo tienden a ganar menos que sus homólogos masculinos. Las mujeres rurales perciben una remuneración que es en promedio un 25 por ciento inferior a la de hombres, a la vez que suelen trabajar más horas. También frecuentemente desempeñan trabajos que conllevan un elevado coeficiente de mano de obra sin medidas de salud y seguridad en el trabajo y sin protección social. Por último, las trabajadoras agrícolas son particularmente vulnerables al acoso y a la violencia sexual o de otra índole, lo cual atenta directamente contra su dignidad (Organización Internacional del Trabajo, 2019).
Si bien enfrentan numerosos retos y problemas, contribuir a lograr la autonomía económica para mujeres rurales e indígenas es una gran oportunidad para fomentar estrategias y planes que ayuden a eliminar la pobreza, el hambre, la desigualdad y ayuden a la resiliencia económica y desarrollo de las comunidades.
En su condición de trabajadoras, empresarias y depositarias de conocimientos tradicionales, las mujeres de zonas rurales pueden tener contribuciones particulares, en especial en el contexto de la gestión de los recursos naturales, la agricultura y la silvicultura, sectores relevantes para la mitigación y la adaptación a los efectos del cambio climático. Los conocimientos tradicionales pueden generar innovación destinada a la resiliencia y generación de oportunidades de empleos verdes en la economía rural. Lograr la transición justa hacia economías y sociedades sostenibles abre la puerta a notables oportunidades para consolidar la participación de las mujeres en los procesos de adopción de decisiones a todos los niveles, garantizar medios de vida sostenibles, mejorar las condiciones de trabajo, y promover los conocimientos tradicionales y locales necesarios para poner en práctica una decidida acción relacionada con el clima (Organización Internacional del Trabajo, 2019).
Para poder aprovechar todas estas contribuciones resulta vital que pueden hacer, se debe asegurar la participación de estas mujeres de manera libre en la economía. Eso se debe hacer mediante incluir el enfoque de género como un elemento fundamental en las estrategias económicas; potenciar la cobertura de los programas y proyectos de seguridad alimentaria y nutricional; impulsar la articulación de programas productivos, de protección social y de fortalecimiento de capacidades orientados a la agricultura de pequeña escala; invertir en el liderazgo de las mujeres rurales e indígenas; activar circuitos locales de abastecimiento y comercialización de alimentos y promover la inclusión de las mujeres productoras; promover acciones conjuntas con el sector privado para garantizar acceso al empleo decente y la protección social; y tener como prioridad la instalación de sistemas de cuidado, educación, alimentación escolar y reducción de la violencia de género (Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, 2021).
Desde THP-México se trabaja constantemente para hacer parte de esta transformación y cambios. Se acompaña de manera constante a los grupos de base de mujeres indígenas y rurales, así como también se realizan acciones para llevar a la adopción de estas políticas.
Fuentes:
Oficina Internacional del Trabajo (2019). “Fomento de la autonomía de la mujer en la economía rural”. Organización Internacional del Trabajo. Disponible en: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—ed_dialogue/—sector/documents/publication/wcms_601269.pdf
Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe (2021). “Mujeres rurales, indígenas y afrodescendientes: agentes claves para estrategias efectivas de recuperación post-pandemia”. Disponible en: https://www.fao.org/americas/noticias/ver/es/c/1314598/