Hoy, 15 de octubre, conmemoramos el Día Internacional de la Mujer Rural, declarado así por la Organización de las Naciones Unidas en 2007. El primer día de la mujer rural se llevó a cabo en 2008.
Esta fecha precede al 16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación y el 17 de octubre, Día Internacional para la erradicación de la pobreza.
Para The Hunger Project México estas fechas representan la identificación de tres problemáticas íntimamente relacionadas.
La primera es dedicada a la mujer rural, quienes representan el 43% de la mano de obra rural, que son responsables de la producción de una gran parte de nuestros alimentos y realizan actividades que activan sus economías locales. La segunda, el día mundial de la alimentación y el papel que tienen las mujeres rurales en la provisión de alimentos y en cómo existen altas tasas de desnutrición en ellas, a comparación de los hombres. La tercera, es el día internacional para la erradicación de la pobreza porque precisamente la población rural es la que sistemáticamente experimenta la mayor situación de pobreza que otras poblaciones.
Respecto de la Mujer rural, en los últimos años, existe un creciente interés por el potencial de mitigación que tienen las actividades agrícolas frente al cambio climático y, por lo tanto, las mujeres rurales son una población clave y relevante para enfrentar esa problemática.
Para la conmemoración de este año, el día está dedicado a “Infraestructura, servicios y protección social sostenibles para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y niñas rurales”.
Las mujeres y niñas rurales, en el caso de México además, mayoritariamente indígenas, se enfrentan a condiciones constantes de desigualdad y discriminación. Según ONU Mujeres “Prácticamente todos los indicadores de género y desarrollo para los que se dispone de datos revelan que, a escala mundial, las mujeres rurales se encuentran en peor situación que los hombres rurales y las mujeres urbanas”(ONU Mujeres, 2019).
De hecho, según estimaciones de la FAO, sólo el 30% es dueña de la tierra que trabaja, solo el 10% de créditos en el campo son concedidos a mujeres y reciben sólo el 5% de la asistencia técnica, a pesar de que sería posible alimentar a 150 millones más de personas en el mundo, si las productoras y trabajadoras agrícolas, tuvieran las mismas oportunidades que los hombres (Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación 2010). Son las mujeres y niñas quienes están encargadas del acarreo de agua en el 80% de las viviendas sin acceso a agua potable. Además, 6 de cada 10 muertes prematuras en mujeres se debe a problemas asociados a enfermedades respiratorias, por contaminación del aire en sus viviendas particularmente en hogares que dependen del carbón, leña, estiércol o residuos vegetales, como principal fuente energética.
Está situación las coloca aún más en desventaja, porque no tienen acceso a infraestructura adecuada que facilite sus actividades y cumpla sus derechos a la salud, energía, saneamiento, alimentación, por mencionar algunos. Tampoco a protección social que las proteja, ni de servicios, por ejemplo financieros y de crédito, que les permita hacer que sus actividades agrícolas se fortalezcan y modifiquen sus condiciones económicas.
Para The Hunger Project México el empoderamiento de las mujeres y niñas en zonas rurales es la puerta de entrada para detonar procesos de cambio profundo en las comunidades con quienes trabajamos. En nuestra experiencia, son las mujeres, en particular las jóvenes, quienes pueden comenzar a definir relaciones diferentes en sus familias y comunidades. Por ello, nuestro modelo de trabajo pone un énfasis particular en desarrollar y detonar capacidades en las mujeres, para que puedan construir visiones poderosas que guíen sus acciones hacia una situación y condición más justa, con acceso a servicios óptimos y que les permita tener un desarrollo sostenible, convirtiendo al mundo rural en una opción real de vida.
Mediante nuestro enfoque de Desarrollo Liderado por las Comunidades con Perspectiva de Género, centramos esfuerzos en la transformación de los paradigmas convencionales de poder, en los que las mujeres, y especialmente las rurales, están ausentes en la formulación de políticas que afectan su desarrollo y su vida cotidiana. Esta idea guía nuestro trabajo de incidencia, particularmente en el momento de transición actual, en el que propuestas como el programa Sembrando vida de la próxima administración, plantean un cambio en las relaciones desiguales que han marginado al mundo rural. Estas reflexiones y nuevos programas tienen que considerar a las mujeres y su rol en el campo, en las actividades productivas y reproductivas, para fomentar relaciones más justas.
Por ello, una primera barrera que debemos romper es la de terminar con las relaciones desiguales entre hombres y mujeres. Solo así podremos construir sociedades igualitarias, que promuevan cambios que se sostengan en el tiempo y que surjan de las propias mujeres, a partir de una transformación de su ser y liderando su desarrollo.
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Esta fecha precede al 16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación y el 17 de octubre, Día Internacional para la erradicación de la pobreza.
Para The Hunger Project México estas fechas representan la identificación de tres problemáticas íntimamente relacionadas.
La primera es dedicada a la mujer rural, quienes representan el 43% de la mano de obra rural, que son responsables de la producción de una gran parte de nuestros alimentos y realizan actividades que activan sus economías locales. La segunda, el día mundial de la alimentación y el papel que tienen las mujeres rurales en la provisión de alimentos y en cómo existen altas tasas de desnutrición en ellas, a comparación de los hombres. La tercera, es el día internacional para la erradicación de la pobreza porque precisamente la población rural es la que sistemáticamente experimenta la mayor situación de pobreza que otras poblaciones.
Respecto de la Mujer rural, en los últimos años, existe un creciente interés por el potencial de mitigación que tienen las actividades agrícolas frente al cambio climático y, por lo tanto, las mujeres rurales son una población clave y relevante para enfrentar esa problemática.
Las mujeres y niñas rurales, en el caso de México además, mayoritariamente indígenas, se enfrentan a condiciones constantes de desigualdad y discriminación. Según ONU Mujeres “Prácticamente todos los indicadores de género y desarrollo para los que se dispone de datos revelan que, a escala mundial, las mujeres rurales se encuentran en peor situación que los hombres rurales y las mujeres urbanas”(ONU Mujeres, 2019).
Para la conmemoración de este año, el día está dedicado a “Infraestructura, servicios y protección social sostenibles para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y niñas rurales”.
De hecho, según estimaciones de la FAO, sólo el 30% es dueña de la tierra que trabaja, solo el 10% de créditos en el campo son concedidos a mujeres y reciben sólo el 5% de la asistencia técnica, a pesar de que sería posible alimentar a 150 millones más de personas en el mundo, si las productoras y trabajadoras agrícolas, tuvieran las mismas oportunidades que los hombres (Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación 2010). Son las mujeres y niñas quienes están encargadas del acarreo de agua en el 80% de las viviendas sin acceso a agua potable. Además, 6 de cada 10 muertes prematuras en mujeres se debe a problemas asociados a enfermedades respiratorias, por contaminación del aire en sus viviendas particularmente en hogares que dependen del carbón, leña, estiércol o residuos vegetales, como principal fuente energética.
Está situación las coloca aún más en desventaja, porque no tienen acceso a infraestructura adecuada que facilite sus actividades y cumpla sus derechos a la salud, energía, saneamiento, alimentación, por mencionar algunos. Tampoco a protección social que las proteja, ni de servicios, por ejemplo financieros y de crédito, que les permita hacer que sus actividades agrícolas se fortalezcan y modifiquen sus condiciones económicas.
Para The Hunger Project México el empoderamiento de las mujeres y niñas en zonas rurales es la puerta de entrada para detonar procesos de cambio profundo en las comunidades con quienes trabajamos. En nuestra experiencia, son las mujeres, en particular las jóvenes, quienes pueden comenzar a definir relaciones diferentes en sus familias y comunidades. Por ello, nuestro modelo de trabajo pone un énfasis particular en desarrollar y detonar capacidades en las mujeres, para que puedan construir visiones poderosas que guíen sus acciones hacia una situación y condición más justa, con acceso a servicios óptimos y que les permita tener un desarrollo sostenible, convirtiendo al mundo rural en una opción real de vida.
Mediante nuestro enfoque de Desarrollo Liderado por las Comunidades con Perspectiva de Género, centramos esfuerzos en la transformación de los paradigmas convencionales de poder, en los que las mujeres, y especialmente las rurales, están ausentes en la formulación de políticas que afectan su desarrollo y su vida cotidiana. Esta idea guía nuestro trabajo de incidencia, particularmente en el momento de transición actual, en el que propuestas como el programa Sembrando vida de la próxima administración, plantean un cambio en las relaciones desiguales que han marginado al mundo rural. Estas reflexiones y nuevos programas tienen que considerar a las mujeres y su rol en el campo, en las actividades productivas y reproductivas, para fomentar relaciones más justas.
Por ello, una primera barrera que debemos romper es la de terminar con las relaciones desiguales entre hombres y mujeres. Solo así podremos construir sociedades igualitarias, que promuevan cambios que se sostengan en el tiempo y que surjan de las propias mujeres, a partir de una transformación de su ser y liderando su desarrollo.
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